El señor de los vientos

Hace tiempo ya se conoce
De aquellos mares donde brota una isla,
Rodeada de picos donde habitan 
los altos sabios dragones,
Ellos batallaban día y noche,
Con las hermosas criaturas indomables
llamadas griphos. 

Atacadas al nacer el alba, y perseguidas
hasta el crepúsculo,
Encontré en una llanura muy triste a mi
doncella,
Era princesa de la isla,
Y me había suplicado,
ayudar a los mitad león y mitad halcón
resolviendo su querella.
Alelado por la belleza de aquel animal,
Prometí arribar lo más pronto a su reino.
Y tomando mi escudo y mi espada,
Cabalgué las más extensas planadas,
Crucé los más tenebrosos bosques,
Escalé las más empinadas montañas,
Y nada me detuvo.
Mi corazón me servía de brújula,
Pues cada pálpito me indicaba:
De éste a oeste, de norte a sur,
A donde mis zancadas me debían llevar.
Mani, conocida como Luna,
Me resguardó las noches que dormía en el frío,
Y Sol reanimaba los días que sentía
cansancio.

Llegué así al final de mi camino,
Y tropecé con  un enorme mar de aguas salinas,
De viento feroz y cálido aire sofocante,
Supliqué entonces a los dioses:
me ayudaran a cruzarlo.
Y tras esperar una respuesta,
Al cuarto día, cual pétalo de rosa,
Cayo me en las manos una envuelta hoja.
Desdoblándola poco a poco,
Un enorme drakkar se formó en mis manos.
Surqué por el mar, custodiado por el dragón en la proa,
Y la dragona en la popa.
Recuerdo, la niebla era espesa,
Sol no me cubría esa mañana,
Y al caer la noche,
Mani no velaba mi guardia.

Recé también a los dioses,
Y creo,
Niord me escuchó aplacando la espesa niebla.
Aunque, un poco tarde,
Llegué a la inmensa isla,
Mi doncella voladora me esperaba en la
orilla.
Sube a mi lomo: dijo apurada.
Envolví el drakkar y el viento lo acunó en sus brazos
Niord habría de devolver a su hijo la
embarcación.
Monté entonces a mi bella que aguardaba,
Y recorrimos el aire en busca del rey de
los griphos.
Me contó triste: Mis hermanos han fallecido,
Mi padre ahora aunque es el más sabio cuenta sus horas con desconsuelo.
Y así era, el gripho más grande,
de plumas de oro,
De ojos sabios y lengua poética,
Hablo de su vida, y también de su muerte.
Lloré junto a mi bella sobre su lecho,
Y al no tener más familia,
Se convirtió fortuita en señora de los griphos,
Y antes de fallecer el más viejo,
Me llamó señor de los vientos.
Desposé a mi doncella,
Y nuevos príncipes y princesas nacieron,
Hicimos frente contra los alados reptiles.
Y tras cien años de lucha,
El más viejo de los dragones,
También viajó al reino de Hela.

Llegamos entonces dragones y griphos a una tregua.
Ellos residen ahora en los picos del dragón,
Y nosotros en la gran isla del gripho.
No hay ya nuevas querellas,
Compartimos el mar y los recursos con alegría.
Los nuevos príncipes y princesas,
Nacieron con la forma de mi cuerpo,
Y la sabiduría de mi doncella.
Nos comunicamos con los halcones,
Y domesticamos a los felinos más grandes,
Se los llama leones.

No dañamos la tierra y cuidamos la vida.
Desde aquel día de paz,
No aceptamos más guerras,
Nos llaman ahora antropogriphos,
Y a mi reino Alÿcastahevas.


Tomado de la novela: La Leyenda del último rey de Asgard, escrita por Christo Herrera

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