Kuptu. El destazador de Demonios.


A una llanura inerte desboque los huesos de un ejército demoníaco, recuerdo, cargué sobre mis hombros el peso de su muerte, sus flacos filamentos y sus agónicas voces diciendo “no lo hagas”, pero, ¿Qué más podía yo hacer?, ¿Dejarlos escapar?, ¿A caso la misericordia se refleja en las yagas de mi rostro, en los ojos repitilanos que miran lontananza?, incluso pensar en eso me da mucha risa.

Dibujo de Orlando Herrera Calderón.

Caminé por largas semanas arrastrando la carroza de aquellos demonios olor a estiércol, vómito y muerte. Por las noches me detenía a descansar, encender una fogata, comer uno que otro fruto, algún ave que con arco y flecha cazaba, me gustan mucho las aves, no necesitan sal, su carne tienen su propio sabor, a veces es mejor cruda.

Tampoco necesitaba alimentar a los condenados a muerte, ellos se comían entre sí, primero se acabaron los niños, y luego las hembras, en total, desde que salí de la ciudad me habían encomendado un total de ciento doce vidas y tan solo llegaron al acantilado setenta y cuatro, no digo que haya sido duro llevarlas con mis manos, eran ya muy huesudos desde que me los dieron.

Por supuesto, ellos, venidos desde el infierno no necesitaban misericordia, y yo me gano la vida trabajando para los cleros humanos que han triunfado en la guerra palmo a palmo, recuperaron con mi valiosa ayuda territorios que antaño mi padre, el señor de las tinieblas había ganado, hasta que cometió el error cortarme un ojo y tres dedos del pie, a suerte pude escapar de su castillo, y al llegar a una ciudad humana pude tomar forma de uno de ellos, y pelear para ellos, destruir a quinientos mil demonios, y sitiar sus fortalezas.

Lo que he llevado al acantilado, son solo pequeñas resistencias demoníacas que surgen de vez en cuando y yo con mi espada pude destruir, ¿por qué? Bueno, es fácil saberlo, mis movimientos son tres veces más rápidos que los de un jaguar, mi tamaño, bueno, no es de presumir no soy muy alto, aunque mi fuerza normal es el equivalente a quince hombres, por eso no es difícil llevar aquellas carrozas repletas de demonios desnutridos, sin embargo mis intenciones no son las de ayudar a los hombres, los detesto, como a mi propio padre, solo espero debilitar el ejército de demonios, llegar a su cubil y cercenar su cuello rojo de dragón y hacer con sus colmillos una poderosa espada, acabar con los humanos y gobernar la tierra de Akaerón.
Mi nombre es Kuptu, el destazador de demonios, y ahora voy en busca de mi padre.


Escrito por: Christo Herrera.

Comentarios

Orlando Herrera Calderón ha dicho que…
Me gusta, es oscuro, siniestro y tiene un buen giro, también me agrada la prosa, hay cierta honestidad ahí, cero pretensión.
christoherrera ha dicho que…
Mil gracias por tu comentario Orlando, me alegra saber que te ha gustado

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