A la diosa del arte.

Por una estrecha calle, vacía de gente y con viviendas de paredes blancas, tres amigos caminaban a medio día hablando sobre sus éxitos, comentaban alegremente haber obtenido premios, varios reconocimientos individualmente, admiradores por doquier y un sinnúmero de trabajos artísticos, que les brindaban las ganancias suficientes para subsistir de su quehacer en solitario.

De pronto, mientras gozaban de una buena historia, una mujer hermosa de cabellera negra y piel albina apareció frente a ellos, en sus mejillas tenía marcado el curso de un hondo llanto, y el resuello era lo único que podía escucharse. Los tres amigos escudriñaron el lamento de la joven mujer, mas no pudieron resistir su encanto.

Entonces preguntaron con preocupación, cual era el motivo de su pesar.

Se acercó el primer amigo que era pintor y preguntó — ¿Qué te sucede? — la muchacha en silencio solo miró sus manos manchadas de pintura y no contestó.

El segundo amigo que era escritor se abrió paso y preguntó —¿Estás bien? — mas no recibió respuesta.
—¿Necesitas ayuda? — preguntó el tercer amigo que era músico y traía en su espalda un estuche de violín.

Al cabo de segundos, la muchacha los miró con detenimiento y secándose sus ojos con los nudillos dijo — He estado por mucho tiempo en busca de algo hermoso, algo que pueda hacerme feliz nuevamente, sin embargo, mí tiempo ha sido extenso en este mundo y no he logrado encontrarlo. Tal vez ustedes puedan ayudarme…

Los tres amigos debatieron la situación, y al cabo de cierto tiempo, el primero dio un paso al frente, tomó de su mochila un lienzo, pinceles y sus colores favoritos. Tras varios minutos y al ser diestro con sus herramientas, culminó un hermoso cuadro inspirado en la muchacha; creyó ser el cuadro más bello que jamás haya pintado, sus dos amigos al mirarlo no hicieron más que sentir envidia por el talento del pintor.
—¿Te ha gustado? — preguntó, sin embargo la muchacha no inmutó su faz.

Entonces, el segundo amigo inmediatamente dio un paso adelante, tomó de su chaqueta una libreta y una pluma, con la cual en cinco pequeños minutos escribió un poema inspirado en la muchacha, cuando lo leyó, pensó que los versos volaban ligeramente en el aire como un susurro de amor a media noche, sus dos amigos al escucharlo no se alegraron pues la envidia era grande en su interior.
—Y dime… ¿Te ha gustado? — preguntó con una extensa sonrisa marcada en su rostro al terminar de recitar su poema, más la muchacha no dio señal alguna de felicidad.

Mirando eso, el tercer amigo se acercó sonriente hacia la joven, tomó del estuche que colgaba de su espalda un violín al cual acomodó sobre su hombro y compuso una melodía inspirada en ella; imaginó que el sonido emanado de éste, enamoraría incluso a los más afamados músicos de la época. Al terminar su melodía miró con orgullo a sus amigos, quienes se mostraban celosos de él, volvió su mirada hacia la joven.
—¿Te ha parecido hermosa? — preguntó, pero en la faz de la joven, ni un atisbo de felicidad se dibujaba.
Nuevamente sollozó la joven y caminó abriéndose paso entre los tres amigos, quienes al no querer dejarla ir, desesperadamente se esforzaron por crear en aquel momento algo que pudiera sembrar una sonrisa en la hermosa muchacha.

Mientras el primer amigo arrebatadamente imprimía pinturas en las paredes blancas, el segundo amigo improvisaba versos y el tercer amigo ensayaba en el violín diversidad de sonidos; las pinturas, los versos y la melodía dejaron de ser inspirados en la muchacha y en los celos, para dar vida algo que nacía de su mente enfocada solemnemente en el arte, sin darse cuenta combinaron sus diferentes habilidades y lograron al fin crear algo único y hermoso.

La muchacha sonriente al fin dio media vuelta, lágrimas de gozo brotaban de sus pupilas pues había disfrutando del talento combinado de los tres amigos, quienes ya no sentían celos del uno y el otro, más bien alegría, pues podían ser grandes como el infinito si se apoyaban mutuamente.

—He encontrado al fin, tras largos años de búsqueda algo muy hermoso, y me ha llenado de dicha, muchas gracias… — dijo la muchacha mientras iba haciéndose transparente como neblina.


Escrito por: Christo Herrera.

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